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El Ocaso de un grande del futbol mundial, River Plate de Argentina
Escrito el 30 Jun 2011
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Se lee la prensa de todo el mundo y nadie puede creer que River haya descendido. El gran Alfredo Di Stéfano, uno de los históricos nombres del club que comenzó su carrera en la entidad millonaria y en donde vivió gran parte de su carrera, tampoco lo puede entender. El ex jugador de River, mostró sus lágrimas y dolor por la situación futbolística que vive el equipo de Núñez. En su columna del diario español Marca expresó sus sensaciones y textualmente explicaba que “es sencillamente para llorar, lo siento mucho.
Nos duele a todos los que llevamos este sentimiento por el glorioso River en el corazón. Tantas dudas quedaron visibles, muchos cambios de dirección, ausencia de serenidad". El venerable Don Alfredo también confesó que desde hacía tiempo sentía cierto temor por lo que podía pasar. El bajo rendimiento y mal desempeño del equipo en los últimos partidos, sumado a la actitud de los dirigentes no daban margen para el error, hace tiempo que se requería de un cambio notable, no sólo se perdió la categoría, sino que se ha pasado a la historia siendo testigos de la peor temporada futbolística de River, explicaba desde su puño y letra.
Paradojalmente River Plate cae producto de un mecanismo que le ha salvado del descenso 27 años atrás. El sistema del descenso por promedio se creó para proteger a los grandes. Un equipo con taquillas masivas, transferencias de jugadores y derechos de televisión, puede darse el lujo de resbalar una vez y tendrá varios torneos para recuperarse. Con los equipos chicos pasa al revés: con una nómina de jugadores corta y pocos ingresos, la regla es combatir desde abajo y esperar a tener algo de fama en la punta de la tabla. El problema de River Plate es que las sucesivas oportunidades que tuvo se volvieron una colección de fracasos. Cada vez que caía el telón, el equipo estaba en el piso. El fin de semana pasado los directivos de River Plate permitieron que el sentimiento de tristeza terminara secuestrado por la violencia. La foto que queda del descenso no es la de un viejo aficionado de 90 años que lo vio todo y que ahora ve esto y que se da el lujo de llorar en el estadio.
Tampoco es la de un niño que ve truncado su primer amor futbolístico y le pregunta su papá, sentado en la tribuna, qué sigue ahora. La foto que se pudo ver es la de un grupo de delincuentes que se metió a la cancha a patear a los jugadores. Este desenlace pudo prevenirse para el partido jugado primero en la ciudad de Córdoba y, más aun, para el de Buenos Aires. Sin embargo, ni los dirigentes argentinos enfrentaron el riesgo, ni el gobierno nacional quiso atajar su incompetencia. Siguiendo la línea de improvisación y populismo de la clase gobernante argentina, la presidenta Cristina Fernández, acicalada en su duelo maquillado, exigió un partido con público pleno. Y el partido acabó como muchos advirtieron: con pedazos de asientos volando, intentos de invasión a la cancha y amenazas al árbitro durante el entretiempo en el vestuario. Como anécdota, queda el fútbol. River Plate terminó con su historia en manos y pies de unos jugadores adolescentes que de la noche a la mañana decidían el destino de la mitad de un país deportivo sin poder salvar los destinos de un grande.
Nos duele a todos los que llevamos este sentimiento por el glorioso River en el corazón. Tantas dudas quedaron visibles, muchos cambios de dirección, ausencia de serenidad". El venerable Don Alfredo también confesó que desde hacía tiempo sentía cierto temor por lo que podía pasar. El bajo rendimiento y mal desempeño del equipo en los últimos partidos, sumado a la actitud de los dirigentes no daban margen para el error, hace tiempo que se requería de un cambio notable, no sólo se perdió la categoría, sino que se ha pasado a la historia siendo testigos de la peor temporada futbolística de River, explicaba desde su puño y letra.
Paradojalmente River Plate cae producto de un mecanismo que le ha salvado del descenso 27 años atrás. El sistema del descenso por promedio se creó para proteger a los grandes. Un equipo con taquillas masivas, transferencias de jugadores y derechos de televisión, puede darse el lujo de resbalar una vez y tendrá varios torneos para recuperarse. Con los equipos chicos pasa al revés: con una nómina de jugadores corta y pocos ingresos, la regla es combatir desde abajo y esperar a tener algo de fama en la punta de la tabla. El problema de River Plate es que las sucesivas oportunidades que tuvo se volvieron una colección de fracasos. Cada vez que caía el telón, el equipo estaba en el piso. El fin de semana pasado los directivos de River Plate permitieron que el sentimiento de tristeza terminara secuestrado por la violencia. La foto que queda del descenso no es la de un viejo aficionado de 90 años que lo vio todo y que ahora ve esto y que se da el lujo de llorar en el estadio.
Tampoco es la de un niño que ve truncado su primer amor futbolístico y le pregunta su papá, sentado en la tribuna, qué sigue ahora. La foto que se pudo ver es la de un grupo de delincuentes que se metió a la cancha a patear a los jugadores. Este desenlace pudo prevenirse para el partido jugado primero en la ciudad de Córdoba y, más aun, para el de Buenos Aires. Sin embargo, ni los dirigentes argentinos enfrentaron el riesgo, ni el gobierno nacional quiso atajar su incompetencia. Siguiendo la línea de improvisación y populismo de la clase gobernante argentina, la presidenta Cristina Fernández, acicalada en su duelo maquillado, exigió un partido con público pleno. Y el partido acabó como muchos advirtieron: con pedazos de asientos volando, intentos de invasión a la cancha y amenazas al árbitro durante el entretiempo en el vestuario. Como anécdota, queda el fútbol. River Plate terminó con su historia en manos y pies de unos jugadores adolescentes que de la noche a la mañana decidían el destino de la mitad de un país deportivo sin poder salvar los destinos de un grande.