“EU ha contribuido a violencia en Irak”
En la mejor tradición del periodismo anglosajón, Chandrasekaran registra hechos -en ocasiones, desde la estupefacción- y su mera acumulación genera tal estrépito que las victoriosas proclamas del emperador, desnudo, dejan de ser audibles. Este largo reportaje, que se lee como una novela de John Le Carré, dibuja una invasión que provocaría risas si no estuviera teñida de sangre: nadie preparó nada para el día después, peleas intestinas evitaron que gente formada tomara el control de la situación, y muchos planes grandilocuentes llevaban la rúbrica de niñatos que salían por vez primera al extranjero.
Y no se trataba sólo de reconstruir un país, sino que el objetivo tenía una ambición extraordinaria: nada menos que llevar a la práctica en pocos meses la utopía neocon de crear una democracia guiada por el libre mercado perfecto.
El único requisito que exigía Washington a los héroes que mandaba al laboratorio bagdalí era que creyeran con todas sus fuerzas en George W. Bush, el Partido Republicano y la grandeza de la misión.