“Gordito” no equivale a sano

Niños que se hartan de pastelería industrial, grasas y golosinas. Son los lamados "gorditos", aunque este calificativo no apunte a nada bueno, sino todo al contrario. Ser gordito no significa tener salud. Es la hora de romper con la concepción de que un pequeño rollizo es un niño sano, porque esta ilusión nos priva de ver el verdadero problema: la obesidad infantil.

Un niño gordito tiene un setenta por ciento de probabilidades de ser un adulto obeso y un ochenta por ciento o más si su padre, su madre o los dos son obesos también", apunta el estudio "Overweight in children and adolescents", hecho en Estados Unidos. Los riesgos y los efectos reales en la salud de estos niños que padecen sobrepeso son tremendos y pueden quedar secuelas para toda la vida: problemas cardíacos, diabetes, afecciones respiratorias… Son sólo algunos de los diagnósticos que los especialistas detectan en los niños obesos. El libro "Gordito no significa saludable" (Grijalbo), de las autoras Claudia González y Lourdes Alcañiz, da medidas para prevenir y atacar la obesidad infantil y juvenil.

¿Y por qué mi hijo es obeso?

Según distintos estudios, hay factores culturales que explican esta enfermedad y están muy en relación con la concepción de la que hablábamos antes: "un bebé gordo es un bebé sano". Hay que trasladarse en el pasado para entenderlo. Antes, obesidad iba asociado a riqueza y poder, con lo cual estaba bien visto estar gordo. Más tarde, durante la Guerra Civil española y la posguerra, tener a un niño gordo significaba haber sobrevivido a esos tiempos difíciles. Ya en la actualidad, la obesidad en los bebés menores de dos o tres años no suele preocupar a los padres. Sin embargo, aquí empieza el verdadero problema. Los niños tienen capacidad para saber cuándo están hambrientos. Si les damos más comida que la que les apetece, no aprenden a distinguir cuándo tienen hambre y cuándo ya han comido lo suficiente.

Existen también unos factores genéticos que los hijos heredan de los padres y que se incorporan en sus características físicas. Además, el peso de la madre durante el embarazo tiene mucho que ver sobre la obesidad del hijo: si la madre padece diabetes gestacional durante el embarazo, lo que quiere decir que sobrepasará su peso habitual, el bebé engordará en exceso también. Por otra parte, el estrés que habita en todos los hogares hoy en día, combinado con el poco tiempo que las familias tienen para comer constituye dos factores sociales que influyen directamente en la aparición de la obesidad. La comida rápida o congelada ha pasado a ser el plato estrella de muchas familias. La cantidad de grasas y azúcares que contiene este tipo de alimentos provoca obesidad. Por eso, los expertos abogan por menos televisión y videoconsolas y más ejercicio físico.

La importancia de comer buenos alimentos

Los alimentos pueden clasificarse según lo que aportan al organismo. Así, existen los hidratos de carbono, las proteínas, las vitaminas, los minerales, etc. En cualquier caso, lo importante es saberlos combinar de forma que a nuestro cuerpo no le falte ni le sobre nada esencial. En general, los expertos recomiendan comer un poco de todo con cantidades moderadas, es decir, no hay que abusar nunca de ningún alimento porque el exceso es lo que provoca la obesidad. Alcañiz hace especial incisión en lo que se refiere a las vitaminas. "Cuando se trata de vitaminas, más cantidad no significa mejores resultados, más bien al contrario". Y es que nuestro cuerpo no necesita en igual medida todas las vitaminas. Asimismo, la ingestión de determinadas materias está directamente relacionada con la edad del niño. Por eso, los especialistas recomiendan acudir al pediatra para saber qué debe comer el niño en cada época de su desarrollo corporal porque, aunque cueste de creer, el cuerpo no siempre necesita "comer" de lo mismo.

España se encuentra en una situación de privilegio por lo que se refiere a alimentación. Sin embargo, parece que generalmente omitamos esta obviedad. El clima y la geografía favorecen el cultivo y la cría de alimentos que forman parte de la ya reconocida mundialmente "dieta mediterránea". Fueron nuestros antepasados griegos, al colonizar las costas orientales españolas, quienes nos regalaron este bien. Miles de años después, aún se admira la calidad de esta alimentación .que nació cerca del mar Mediterráneo. No obstante, "las familias españolas de hoy en día están alimentándose de forma muy diferente a como lo han hecho generaciones pasadas", asegura Alcañiz. La dieta mediterránea es muy rica en pescado y en hortalizas. Sin embargo, muchos estudios demuestran que España es el primer consumidor de carne de la Unión Europea y, pese a ser el mayor productor de hortalizas de la comunidad, es uno de los que menos consume. ¿Las razones? Las apuntadas anteriormente: la cantidad de horas que dedicamos al trabajo nos obligan a comer fuera de casa. Y lo que es peor, recurrimos, habitualmente, a la comida rápida, principal causante de la obesidad hoy en día. Pero no sólo basta con comer bien. Hay que sumarle, además, un poco de ejercicio físico cada día que, a veces puede resultar tan fácil como caminar hasta el trabajo o el colegio en vez de coger el coche.

Combatir la obesidad, una cuestión de familia

Entre los dos y los cinco años, los niños definen los gustos por los diferentes alimentos. En este proceso, la familia debe ser muy influyente con tal de decantar la elección del niño hacia el buen camino y alejarse del todo de los peligros de la obesidad. Los padres deben adquirir responsabilidad y luchar para que el hijo no abuse de la comida rápida y grasa. Es bueno establecer unos horarios para comer y unos límites en cada ración. La comida en familia es más que recomendable para conseguir unos hábitos alimenticios.

Si el niño padece trastornos alimenticios, es la familia quien primero debe cambiar sus hábitos para adaptarlos a las necesidades de su vástago. En este sentido, es fundamental que los padres mantengan una actitud comprensiva y responsable ante las enfermedades de la alimentación más graves como pueden ser la obesidad mórbida, la anorexia o la bulimia. El primer paso para la progresiva curación del menor es siempre la aceptación de los padres. Pero, la alarma no debe cundir. Hoy en día, hay mucha información sobre los trastornos alimenticios y buenos especialistas dedicados a estos problemas. Lo único que falta es que la sociedad se conciencie más del peligro y la gravedad de la cuestión. Los alimentos no sirven sólo para saciar el hambre, sino que forman parte del desarrollo de nuestro cuerpo y, por lo tanto, intervienen directamente en la salud.

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