Por más de un siglo en los campos y en las comunidades de los valles agrícolas en California, se había negado a los campesinos una vida decente. Esenciales a la industria más grande del estado, pero sólo si ellos permanecían aprovechados y sumisos, los campesinos habían intentado, pero faltaron los tantos tiempos, de organizar las gigantes granjas agro-industriales que ya la mayoría de los observadores lo consideraron una tarea desesperada. Y todavía por principios de las 1960s las cosas empezaron a cambiar bajo la superficie. Dentro de otros quince años, más de 50,000 campesinos eran protegidos por los contratos de la unión.
El programa llamado ‘Los Braceros’, un arreglo informal entre los gobiernos de los Estados Unidos y México, se volvió en la “Ley Pública 78” en 1951. Empezado durante la Segunda Guerra Mundial como un programa para proporcionar los campesinos mexicanos a los cultivadores, continuó después de la guerra. La “Ley Púbica 78” declaró que ningún bracero-es decir un obrero importado temporalmente de México- puede reemplazar a un obrero doméstico. En realidad, esta provisión se dio fuerza raramente. De hecho, los cultivadores habían querido que el programa de Braceros continuara después de la guerra precisamente para reemplazar a los obreros domésticos. La pequeña pero enérgica Unión Nacional de Campesinos llevada por el organizador dinámico, Ernesto Galarza, encontró sus esfuerzos de los 1940s y 50s, para crear una unión duradera para los campesinos de California, bloqueada una y otra vez por la manipulación de los braceros por los cultivadores.
Con el tiempo y sin embargo, campesinos, llevados por Cesar Chávez, llamaron a los aliados en las otras uniones, en las iglesias y en grupos de la comunidad afiliados con el movimiento de los derechos civiles, para poner bastante presión a los políticos para terminar el Programa Bracero en 1964.