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Los Rayados Mandan
Escrito el 15 Sep 2010
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Hace mucho tiempo que no se tenían tantas expectativas sobre un Clásico regio como las que había en esta edición, pues los dos equipos venían con panorama muy parejo.
Estaban haciendo un torneo bueno, Monterrey con Suazo haciendo goles, Tigres con un Damián Álvarez de buena performance. Un equipo que ya de hace tiempo viene haciendo las cosas bien y otro que está encontrando su estilo; uno con tres campeonatos ganados, otro dolido al ver que su archirrival es un protagonista.
El Clásico empezó y terminó muy parejo; no hubo un dominador total pero sí uno que supo provechar la única oportunidad para anotar en todo el partido y supo manejar esa ventaja. Cuando un equipo tiene la posesión del balón, pero sin hacerla efectiva, es como si nunca la hubiera tenido, y eso fue precisamente lo que les ocurrió a Tigres en el primer tiempo.
La misión de los de casa fue apretar desde que el balón comenzó a rodar y la orden fue cumplida al pie de la letra sobre unos Rayados que tardaron mucho en quitarse la presión de encima. Pero pese a que no tuvo el esférico, el peso específico de sus jugadores hacía pensar que en la cancha Monterrey podía irse arriba en el marcador.
Eso es lo que ocurrió en una buena jugada de Humberto Suazo, combinado con un grave error de Jesús Molina.
Esto fue lo más sobresaliente de todo el partido. En la táctico hay que alabar a todo el equipo rayado, pero específicamente a Lucho Pérez, que se puede decir fue el mejor del encuentro, sacrificando su aporte ofensivo, bloqueando y destruyendo todo lo que intentó Lucas Lobos y a Osorio de excelente rendimiento que se encargó de cuidar muy bien a Damián Álvarez. No lo dejó desbordar como nos tiene acostumbrados, la buena disciplina táctica de ambos jugadores fue pieza clave y en general la solidez e inteligencia defensiva hizo que Tigres se viera inofensivo.
A los universitarios les faltó capacidad táctica desde el banquillo para poder remontar el marcador, pues los cambios no aportaron nada y Monterrey sale victorioso no con su mejor partido, pero con lo suficiente para llevarse los 3 puntos en juego y lo más importante: el Clásico número 92.
No hubo secretos ni sorpresas, ni revoluciones que cambiaran las tendencias. No hubo lugar para lujos, ni táctica que pudiera romper con lo establecido. De esta forma la batalla más esperada de la Ciudad volvió a pintarse de azul y blanco, marcando una hegemonía de casi dos años y estableciendo los momentos deportivos que atraviesan ambos equipos.
Fue un duelo de precisión, que se cargó para el conjunto con más argumentos de fondo. El cuadro de Víctor Manuel Vucetich firmó una página crucial en el torneo, al despegarse en el Grupo 1 donde ambos pelean por la calificación. Tigres, a pesar de la derrota, mejoró en el orden respecto a Cruz Azul, pero mostró las mismas carencias ofensivas de los últimos meses, sin exigir prácticamente a la meta rayada.
Finalmente y tal y como predijo Duilio Davino en la víspera, el duelo se definió en una genialidad, firmada por el hombre que cargaba todos los reflectores. El chileno Humberto Suazo destapó las ganas de festejo contenidas a lo largo de cuatro Clásicos y marcó el único tanto de la noche, que valió el orgullo de la Ciudad y la paternidad sobre Tigres.
Estaban haciendo un torneo bueno, Monterrey con Suazo haciendo goles, Tigres con un Damián Álvarez de buena performance. Un equipo que ya de hace tiempo viene haciendo las cosas bien y otro que está encontrando su estilo; uno con tres campeonatos ganados, otro dolido al ver que su archirrival es un protagonista.
El Clásico empezó y terminó muy parejo; no hubo un dominador total pero sí uno que supo provechar la única oportunidad para anotar en todo el partido y supo manejar esa ventaja. Cuando un equipo tiene la posesión del balón, pero sin hacerla efectiva, es como si nunca la hubiera tenido, y eso fue precisamente lo que les ocurrió a Tigres en el primer tiempo.
La misión de los de casa fue apretar desde que el balón comenzó a rodar y la orden fue cumplida al pie de la letra sobre unos Rayados que tardaron mucho en quitarse la presión de encima. Pero pese a que no tuvo el esférico, el peso específico de sus jugadores hacía pensar que en la cancha Monterrey podía irse arriba en el marcador.
Eso es lo que ocurrió en una buena jugada de Humberto Suazo, combinado con un grave error de Jesús Molina.
Esto fue lo más sobresaliente de todo el partido. En la táctico hay que alabar a todo el equipo rayado, pero específicamente a Lucho Pérez, que se puede decir fue el mejor del encuentro, sacrificando su aporte ofensivo, bloqueando y destruyendo todo lo que intentó Lucas Lobos y a Osorio de excelente rendimiento que se encargó de cuidar muy bien a Damián Álvarez. No lo dejó desbordar como nos tiene acostumbrados, la buena disciplina táctica de ambos jugadores fue pieza clave y en general la solidez e inteligencia defensiva hizo que Tigres se viera inofensivo.
A los universitarios les faltó capacidad táctica desde el banquillo para poder remontar el marcador, pues los cambios no aportaron nada y Monterrey sale victorioso no con su mejor partido, pero con lo suficiente para llevarse los 3 puntos en juego y lo más importante: el Clásico número 92.
No hubo secretos ni sorpresas, ni revoluciones que cambiaran las tendencias. No hubo lugar para lujos, ni táctica que pudiera romper con lo establecido. De esta forma la batalla más esperada de la Ciudad volvió a pintarse de azul y blanco, marcando una hegemonía de casi dos años y estableciendo los momentos deportivos que atraviesan ambos equipos.
Fue un duelo de precisión, que se cargó para el conjunto con más argumentos de fondo. El cuadro de Víctor Manuel Vucetich firmó una página crucial en el torneo, al despegarse en el Grupo 1 donde ambos pelean por la calificación. Tigres, a pesar de la derrota, mejoró en el orden respecto a Cruz Azul, pero mostró las mismas carencias ofensivas de los últimos meses, sin exigir prácticamente a la meta rayada.
Finalmente y tal y como predijo Duilio Davino en la víspera, el duelo se definió en una genialidad, firmada por el hombre que cargaba todos los reflectores. El chileno Humberto Suazo destapó las ganas de festejo contenidas a lo largo de cuatro Clásicos y marcó el único tanto de la noche, que valió el orgullo de la Ciudad y la paternidad sobre Tigres.