Parece que fue ayer

DENVER - Hace dos años visité esta ciudad en medio de una histórica contienda presidencial que tras ocho años de dominio republicano marcados por guerras, truculencias, malos manejos y prepotencia, ofrecía la esperanza de un nuevo comienzo. El estadio Invesco, preñando de gente entusiasmada y esperanzada como yo, fue escenario de una gran fiesta colectiva de optimismo la noche en que Barack Obama aceptó la nominación del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos.
Esta vez llegué a Denver a, como diría uno de mis antiguos editores, “tomarle el pulso” a la comunidad y a los votantes latinos que encaran una elección de medio de tiempo el 2 de noviembre. Los casi dos años que han pasado desde que Obama asumió la presidencia del país no han sido sencillos.
La crisis económica sigue abrumando al país y casi 10% de nuestra población está desempleada; la crisis inmobiliaria sigue cobrando víctimas y ahora se cuestiona si los bancos hicieron su agosto embargando casas que quizá no eran embargables. Aunque ya se declaró el fin de la fase de combate en Irak, se trata de un conflicto que, junto al de Afganistán, han marcado nuestra existencia.
La reforma migratoria no se ha hecho realidad y las intentonas de medidas parciales no han tenido éxito, como los planes de avanzar el proyecto DREAM Act para legalizar a jóvenes que prosigan estudios universitarios o se inscriban en las fuerzas armadas.
La comunidad inmigrante sigue viviendo bajo acecho con la posibilidad real de que en cualquier esquina le toque la mala suerte de que uno de ellos o uno de los suyos sea detenido. Y las deportaciones suben como la espuma.
Todas estas frustraciones me las han comentado electores en el curso de viajes a diversas ciudades del país para reportar sobre el voto latino en los cercanos comicios.
Muchos se preguntan cuál sería la opción: por una parte sienten que el Partido Demócrata en el poder no ha hecho lo suficiente para aliviar su situación en varios frentes. De otra parte, sienten que el Partido Republicano no los quiere y los usa como chivos expiatorios. Y mientras unos satanizan al sector indocumentado, otras figuras republicanas buscan congraciarse con los latinos echándose unos tequilas en un evento como hicieron recientemente las candidatas republicanas a la gobernación y el Senado de California, Meg Whitman y Carly Fiorina. Patético. Más lo sería si ello les supone votos.
Es como estar entre la espada y la pared, me han dicho algunos votantes. Otros, sin embargo, afirman que el voto es la única carta para seguir presionando para que las cosas mejoren. “Los cambios toman tiempo”, me dijo una votante.
Sé que parece que fue ayer que la voz de cambio resonaba en todos los rincones del país y que hoy las calcomanías de cambio y esperanza han perdido el color y su significado.
Pero también parece que fue ayer que nos gobernaba una administración que generó el grueso de los problemas que enfrentamos ahora y que cuando se despidió diciendo si los ví ni me acuerdo, no habían pasado 22 meses sino ocho años.
Me habría gustado que Obama hubiese ejercido más liderazgo en inmigración y que la cuadrilla de líderes demócratas del Congreso hubiera evidenciando más valentía en el tema. Pero me pregunto qué futuro tendrá el asunto en manos de un partido que sólo ha buscado la forma de entorpecerlo. Me pregunto si harán algo los demócratas si mantienen el control de una o ambas cámaras con el apoyo del voto latino.
Al manejar por Denver recuerdo el bullicio de la convención del “cambio” y pienso que realmente parece que fue ayer y que a los cambios hay que darles tiempo.

Maribel Hastings es asesora ejecutiva y analista de America's Voice

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