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La Literatura Digital
Escrito el 20 Apr 2011
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"Papá ¿qué es un libro?" No me tocará a mí contestar esa pregunta. Pero quizás sí a mis hijos.
El concepto clásico de un libro -- de papel, por supuesto -- está transformándose rápidamente. Y otro tanto ocurre con los hábitos de los lectores jóvenes. El sitio de Internet Amazon.com ya vende más libros electrónicos que de papel; por cada 100 de papel, el sitio vende 115 electrónicos. Los lectores jóvenes también están dejando a un lado los periódicos tradicionales en lo que se refiere a consumo de noticias: la mayoría recurre a Internet como su principal fuente de información, incluso más que a la televisión, según estudios.
Así que al parecer el presente ya se ha convertido en el futuro. El público está descartando el papel y prefiere leer libros e informarse a través de sus celulares, laptops y otras tecnologías. Cada vez es más frecuente que nos enteremos de una noticia a través de Twitter o Facebook. La televisión se tarda mucho y los periódicos van, por su propia naturaleza, un día tarde. Del terremoto y tsunami en Japón supimos primero por Twitter que por CNN o la BBC. Cada celular es una cámara. Cada usuario un reportero en potencia. Ya no hay que estar ahí para saber qué está pasando. Esto está cambiando al periodismo. Es, todavía, una cuestión de credibilidad. Pero es imposible competir contra un celular que te pone el mundo en la mano.
Como el periodismo, el mundo de la literatura está cambiando aceleradamente. Acabo de leer dos libros que me abrieron los ojos al futuro de la literatura: "Contra el viento del norte", del austríaco Daniel Glattauer, y "Cortos" del colombiano Juan Carlos Ortiz.
La novela de Glattauer está basada en los correos electrónicos entre Emmi Rothner y Leo Leike. Ellos no se conocen. Pero uno de esos errores digitales los pone en contacto -- y terminan enamorándose, aún si haberse visto una sola vez. Pese a algunos e-mails torpes y lentos, como suelen ser esos escritos en las madrugadas, la novela es tensa y el final es dramático. (No se los cuento.)
Lo más interesante del libro de Glattauer es la forma en que está escrito. El narrador está ausente: toda la acción depende del intercambio de correos electrónicos. Es una relación muy moderna, similar a la que millones de personas en todo el mundo inician en Internet. Dado que los días de cartas manuscritas prácticamente han quedado atrás, el intercambio de e-mails es una nueva forma de narrar una historia -- y, al mismo tiempo, de explicar nuestro mundo interconectado.
El otro libro, "Cortos", es aún más innovador. Es una colección de cuentos escrita por Ortiz, presidente de la agencia de publicidad DDB Latina, en una BlackBerry, en inglés y en español, mientras viajaba en avión por diversas partes del mundo a lo largo de dos años. Ahí nos cuenta sus secretos en el mundo de la publicidad -- "El pelo seduce (en China)" --, un poco de su filosofía "equivocaciones deben ocurrir" -- y sus experiencias personales -- "creo que ha pasado el año más veloz de mi vida". Pero, al igual que la novela de Glattauer, lo más interesante del libro de Ortiz es la manera en que fue escrito: sólo con los pulgares en una BlackBerry y a 30,000 pies de altura.
No, este no es el fin de las grandes y largas novelas. El sueco Stieg Larsson, ya fallecido, demostró con su trilogía "Millennium" (que comenzó con "Los hombres que no amaban a las mujeres") que los formatos extensos pueden ser, todavía, bestsellers mundiales. Sin embargo, el resto del mundo va en otra dirección: hacia lo conciso y lo corto.
La literatura tradicional empieza finalmente a convivir con lo que ya pudiéramos llamar la literatura digital.
Sin la menor duda, los autores que escriben para las pantallas pequeñas de un celular, un iPad o un e-reader serán quienes produzcan las próximas formas de literatura.
Esta evolución refleja, precisamente, el mundo del que surge. El maravilloso ejercicio de eliminar lo superfluo e innecesario que tanto admiramos en las novelas de, digamos, Ernest Hemingway, es hoy una tarea repetida diariamente por millones de personas limitadas a mensajes de 140 caracteres en Twitter. No son, por supuestos, millones de Hemingways pero los twiteros tratan de reducir la vida y sus mensajes a su mínima expresión. Y algunos lo logran con un talento extraordinario.
Las cosas están cambiando tanto que, a veces, parecen irreconocibles. Por eso, ante la inminente pregunta: "Papá ¿qué es un libro?" la respuesta seguramente será: "Eso que estás leyendo en tu celular."
El concepto clásico de un libro -- de papel, por supuesto -- está transformándose rápidamente. Y otro tanto ocurre con los hábitos de los lectores jóvenes. El sitio de Internet Amazon.com ya vende más libros electrónicos que de papel; por cada 100 de papel, el sitio vende 115 electrónicos. Los lectores jóvenes también están dejando a un lado los periódicos tradicionales en lo que se refiere a consumo de noticias: la mayoría recurre a Internet como su principal fuente de información, incluso más que a la televisión, según estudios.
Así que al parecer el presente ya se ha convertido en el futuro. El público está descartando el papel y prefiere leer libros e informarse a través de sus celulares, laptops y otras tecnologías. Cada vez es más frecuente que nos enteremos de una noticia a través de Twitter o Facebook. La televisión se tarda mucho y los periódicos van, por su propia naturaleza, un día tarde. Del terremoto y tsunami en Japón supimos primero por Twitter que por CNN o la BBC. Cada celular es una cámara. Cada usuario un reportero en potencia. Ya no hay que estar ahí para saber qué está pasando. Esto está cambiando al periodismo. Es, todavía, una cuestión de credibilidad. Pero es imposible competir contra un celular que te pone el mundo en la mano.
Como el periodismo, el mundo de la literatura está cambiando aceleradamente. Acabo de leer dos libros que me abrieron los ojos al futuro de la literatura: "Contra el viento del norte", del austríaco Daniel Glattauer, y "Cortos" del colombiano Juan Carlos Ortiz.
La novela de Glattauer está basada en los correos electrónicos entre Emmi Rothner y Leo Leike. Ellos no se conocen. Pero uno de esos errores digitales los pone en contacto -- y terminan enamorándose, aún si haberse visto una sola vez. Pese a algunos e-mails torpes y lentos, como suelen ser esos escritos en las madrugadas, la novela es tensa y el final es dramático. (No se los cuento.)
Lo más interesante del libro de Glattauer es la forma en que está escrito. El narrador está ausente: toda la acción depende del intercambio de correos electrónicos. Es una relación muy moderna, similar a la que millones de personas en todo el mundo inician en Internet. Dado que los días de cartas manuscritas prácticamente han quedado atrás, el intercambio de e-mails es una nueva forma de narrar una historia -- y, al mismo tiempo, de explicar nuestro mundo interconectado.
El otro libro, "Cortos", es aún más innovador. Es una colección de cuentos escrita por Ortiz, presidente de la agencia de publicidad DDB Latina, en una BlackBerry, en inglés y en español, mientras viajaba en avión por diversas partes del mundo a lo largo de dos años. Ahí nos cuenta sus secretos en el mundo de la publicidad -- "El pelo seduce (en China)" --, un poco de su filosofía "equivocaciones deben ocurrir" -- y sus experiencias personales -- "creo que ha pasado el año más veloz de mi vida". Pero, al igual que la novela de Glattauer, lo más interesante del libro de Ortiz es la manera en que fue escrito: sólo con los pulgares en una BlackBerry y a 30,000 pies de altura.
No, este no es el fin de las grandes y largas novelas. El sueco Stieg Larsson, ya fallecido, demostró con su trilogía "Millennium" (que comenzó con "Los hombres que no amaban a las mujeres") que los formatos extensos pueden ser, todavía, bestsellers mundiales. Sin embargo, el resto del mundo va en otra dirección: hacia lo conciso y lo corto.
La literatura tradicional empieza finalmente a convivir con lo que ya pudiéramos llamar la literatura digital.
Sin la menor duda, los autores que escriben para las pantallas pequeñas de un celular, un iPad o un e-reader serán quienes produzcan las próximas formas de literatura.
Esta evolución refleja, precisamente, el mundo del que surge. El maravilloso ejercicio de eliminar lo superfluo e innecesario que tanto admiramos en las novelas de, digamos, Ernest Hemingway, es hoy una tarea repetida diariamente por millones de personas limitadas a mensajes de 140 caracteres en Twitter. No son, por supuestos, millones de Hemingways pero los twiteros tratan de reducir la vida y sus mensajes a su mínima expresión. Y algunos lo logran con un talento extraordinario.
Las cosas están cambiando tanto que, a veces, parecen irreconocibles. Por eso, ante la inminente pregunta: "Papá ¿qué es un libro?" la respuesta seguramente será: "Eso que estás leyendo en tu celular."