El desafío iraní en tiempos de guerra

TEHERÁN - Intereses económicos, influencia política... el ejército de Guardianes de la Revolución Islámica, responsable de la captura de los marinos británicos, es mucho más que un brazo de las fuerzas armadas iraníes. Tras la llegada al Gobierno de Mahmud Ahmadinejad, un veterano de ese cuerpo, se ha convertido en el verdadero poder detrás del poder. Por eso su acción no busca un mero intercambio por los cinco iraníes que Estados Unidos tiene detenidos en Irak, sino que constituye una advertencia ante el creciente acoso internacional.

El círculo se ha estrechado sobre los Guardianes de la Revolución a la vez que aumentaba la presión internacional sobre Irán. La administración estadounidense, que les acusa de varios atentados contra sus intereses, de apoyar a los extremistas en Oriente Próximo y de armar a las milicias iraquíes, está utilizando la crisis nuclear para arrinconarles. La última resolución del Consejo de Seguridad constituye sólo uno de los frentes.

En los últimos meses, el Ejército norteamericano ha detenido en Irak a por lo menos una docena de iraníes a los que vincula a Al Quds, la fuerza de élite de los Guardianes.

Cinco de ellos -según el Gobierno de Teherán, diplomáticos acreditados en su consulado de la norteña ciudad iraquí de Erbil- siguen en paradero desconocido y sin que se les haya facilitado asistencia consular. Con motivo o sin él, los iraníes también ven la mano de Washington o de sus aliados detrás de la violencia separatista que desde hace un par de años sacude sus regiones fronterizas y que en el caso concreto de Baluchistán ha tenido como objetivo a los guardianes. A lo que hay que sumar, la desaparición el pasado diciembre en Estambul de Alireza Asgari, un general retirado de ese cuerpo y ex viceministro de Defensa.

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