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Para Los Inmigrantes Indocumentados En Arizona, Poco Ha Cambiado
Escrito el 09 Aug 2010
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La única noticia proveniente de Arizona es que poco ha cambiado aquí, pese a la entrada en vigor de la severa nueva ley estatal de inmigración, SB 1070. Los inmigrantes indocumentados siguen siendo perseguidos aquí, al igual que en el resto de Estados Unidos. Y esta injusticia no va a ser corregida pronto. Es verdad que la situación podría haber sido peor si la jueza Susan Bolton, del tribunal distrital federal en Arizona no hubiera suspendido las partes más controversiales de la ley. De no ser así, no me hubiera sentido tan a gusto caminando el otro día por el centro de Phoenix sin mi pasaporte o licencia de manejar. Las sospechas de algunos oficiales policiacos quizá se hubieran despertado por el color de mi piel morena o por mi ligero acento, y hubieran buscado una excusa para detenerme y preguntar si yo estaba legalmente en Estados Unidos. Pero eso no ocurrirá. Por ahora.
La apelación del gobierno del estado de Arizona relativa a la SB 1070 casi seguramente terminará en la Corte Suprema de Estados Unidos. Pero es una lástima que así sea, porque el debate debería resolverse en Washington - en el Congreso -- y no en los tribunales.
La falta de liderazgo de Washington en este asunto ha permitido a Arizona hacerse cargo de él. El presidente Barack Obama violó su promesa de campaña de presentar una propuesta de reforma migratoria durante su primer año en el cargo. Los demócratas en el Congreso no se atreven a votar sobre el tema antes de las elecciones de noviembre, temerosos de perder su mayoría en la Cámara de Representantes. Y los republicanos parecen haber perdido por completo la voz: hace tres años, 11 senadores republicanos -- incluyendo a John McCain, de Arizona -- votaron por una reforma migratoria, pero hoy, cuando este debate se presenta, han dejado de ser defensores de la causa.
El gobierno de México también brilla por su ausencia en el debate. Aunque su Cancillería ha hecho declaraciones de repudio a la ley de Arizona, no han tenido el más ligero efecto.
Si el gobierno de Felipe Calderón realmente quiere promover un cambio en estatus legal de los 11 millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos, debe contratar a las mejores firmas de relaciones públicas y cabildeo en Washington para conquistar el apoyo de los 218 congresistas y 60 senadores necesarios para la aprobación de una legislación amplia que resuelva la situación. Calderón debería recordar el ejemplo del ex presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari; Salinas cometió muchos actos reprobables durante su periodo de seis años que empezó en 1988. Pero sabía cómo cabildear y lo hizo bien. La nueva ley de inmigración de Arizona, que entró en vigor debilitada, es una consecuencia de la falta de iniciativa de Washington y de la percepción falsa de que los inmigrantes indocumentados son responsables de muchos de los mayores problemas del estado y del país. Pero digamos las cosas claras: Arizona no es México. Pese a la violencia a lo largo de la frontera, los índices de criminalidad han caído en todo Estados Unidos en los últimos años -- incluyendo en Arizona -- según estadísticas compiladas por el Departamento de Justicia. No podemos culpar a todos los inmigrantes por los crímenes que cometen unos pocos.
Y tampoco es cierto que los inmigrantes les quiten los trabajos a ciudadanos estadounidenses. Por el contrario, crean empleos, pagan impuestos y desempeñan servicios que pocas personas quieren hacer. Yo no he visto a millones de ciudadanos nacidos en Estados Unidos pidiendo trabajo para levantar las cosechas de tomate y naranjas en California o la Florida.
Tampoco es cierto que los inmigrantes abusen de los servicios sociales ofrecidos en este país. Un informe en 2008 de la Comisión Kaiser reveló que, en promedio, 20 por ciento de los estadounidenses utiliza las salas de emergencia hospitalarias cada año, comparado con sólo 13 por ciento de la población nacida en el extranjero.
Es decir, los tres principales argumentos empleados por los oponentes de la reforma migratoria -- que aumentan el crimen, que le quitan empleos a los estadounidenses y que abusan del sistema -- simplemente no son ciertos. Y no es sólo Arizona; el país entero ha estado dependiendo de medidas improvisadas y temporales para resolver uno de los asuntos más complejos de nuestro tiempo. Nadie parece estar buscando una solución auténtica a largo plazo. Es obvio que las leyes de inmigración de Estados Unidos no serán reformadas este año. Si las cosas siguen así, la administración de Barack Obama deportará aproximadamente a 400 mil inmigrantes este 2010. Yendo en contra de su gran tradición de generosidad hacia los inmigrantes, el país más poderoso del mundo está persiguiendo al sector más vulnerable de su población. Eso es totalmente anti-estadounidense.
Sí, pese al cambio reciente en Arizona, todo sigue igual. (Jorge Ramos, periodista ganador del Premio Emmy, es el director sénior de noticias de Univision Nertwork. Nacido en México, Ramos es autor de nueve libros de grandes ventas, de los cuales el más reciente es "A Country for All: An Immigrant Manifesto.")
La apelación del gobierno del estado de Arizona relativa a la SB 1070 casi seguramente terminará en la Corte Suprema de Estados Unidos. Pero es una lástima que así sea, porque el debate debería resolverse en Washington - en el Congreso -- y no en los tribunales.
La falta de liderazgo de Washington en este asunto ha permitido a Arizona hacerse cargo de él. El presidente Barack Obama violó su promesa de campaña de presentar una propuesta de reforma migratoria durante su primer año en el cargo. Los demócratas en el Congreso no se atreven a votar sobre el tema antes de las elecciones de noviembre, temerosos de perder su mayoría en la Cámara de Representantes. Y los republicanos parecen haber perdido por completo la voz: hace tres años, 11 senadores republicanos -- incluyendo a John McCain, de Arizona -- votaron por una reforma migratoria, pero hoy, cuando este debate se presenta, han dejado de ser defensores de la causa.
El gobierno de México también brilla por su ausencia en el debate. Aunque su Cancillería ha hecho declaraciones de repudio a la ley de Arizona, no han tenido el más ligero efecto.
Si el gobierno de Felipe Calderón realmente quiere promover un cambio en estatus legal de los 11 millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos, debe contratar a las mejores firmas de relaciones públicas y cabildeo en Washington para conquistar el apoyo de los 218 congresistas y 60 senadores necesarios para la aprobación de una legislación amplia que resuelva la situación. Calderón debería recordar el ejemplo del ex presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari; Salinas cometió muchos actos reprobables durante su periodo de seis años que empezó en 1988. Pero sabía cómo cabildear y lo hizo bien. La nueva ley de inmigración de Arizona, que entró en vigor debilitada, es una consecuencia de la falta de iniciativa de Washington y de la percepción falsa de que los inmigrantes indocumentados son responsables de muchos de los mayores problemas del estado y del país. Pero digamos las cosas claras: Arizona no es México. Pese a la violencia a lo largo de la frontera, los índices de criminalidad han caído en todo Estados Unidos en los últimos años -- incluyendo en Arizona -- según estadísticas compiladas por el Departamento de Justicia. No podemos culpar a todos los inmigrantes por los crímenes que cometen unos pocos.
Y tampoco es cierto que los inmigrantes les quiten los trabajos a ciudadanos estadounidenses. Por el contrario, crean empleos, pagan impuestos y desempeñan servicios que pocas personas quieren hacer. Yo no he visto a millones de ciudadanos nacidos en Estados Unidos pidiendo trabajo para levantar las cosechas de tomate y naranjas en California o la Florida.
Tampoco es cierto que los inmigrantes abusen de los servicios sociales ofrecidos en este país. Un informe en 2008 de la Comisión Kaiser reveló que, en promedio, 20 por ciento de los estadounidenses utiliza las salas de emergencia hospitalarias cada año, comparado con sólo 13 por ciento de la población nacida en el extranjero.
Es decir, los tres principales argumentos empleados por los oponentes de la reforma migratoria -- que aumentan el crimen, que le quitan empleos a los estadounidenses y que abusan del sistema -- simplemente no son ciertos. Y no es sólo Arizona; el país entero ha estado dependiendo de medidas improvisadas y temporales para resolver uno de los asuntos más complejos de nuestro tiempo. Nadie parece estar buscando una solución auténtica a largo plazo. Es obvio que las leyes de inmigración de Estados Unidos no serán reformadas este año. Si las cosas siguen así, la administración de Barack Obama deportará aproximadamente a 400 mil inmigrantes este 2010. Yendo en contra de su gran tradición de generosidad hacia los inmigrantes, el país más poderoso del mundo está persiguiendo al sector más vulnerable de su población. Eso es totalmente anti-estadounidense.
Sí, pese al cambio reciente en Arizona, todo sigue igual. (Jorge Ramos, periodista ganador del Premio Emmy, es el director sénior de noticias de Univision Nertwork. Nacido en México, Ramos es autor de nueve libros de grandes ventas, de los cuales el más reciente es "A Country for All: An Immigrant Manifesto.")