Un país atrapado en los vaivenes de Trump

Tras un ciclo electoral sórdido y divisivo fue una bocanada de aire fresco ver la presentación de un proyecto de ley bipartidista en el Senado para proteger a los DREAMers de la deportación, en caso de que Donald Trump revoque la Acción Ejecutiva para los Llegados en la Infancia (DACA) cuando asuma la presidencia desde el 20 de enero de 2017, tal y como lo prometió durante la campaña.
La interrogante, claro está, es si este esfuerzo bipartidista de los senadores Richard Durbin, demócrata de Illinois, y Lindsey Graham, republicano de Carolina del Sur, sobreviviría en un Senado de tribus azules y rojas; si en la Cámara Baja, también de mayoría republicana, habría un proyecto similar, y si también sobreviviría; y en el supuesto caso de que el Congreso lo aprobara, si el para entonces presidente Trump lo promulgaría o lo vetaría.
La presidencia de Trump no ha comenzado oficialmente, pero sus vaivenes ya nos acompañan.
Trump dijo una cosa en la campaña, ha hecho otra en la transición, y quién sabe qué haga en la presidencia.
Seguir sus vaivenes es como estar en una montaña rusa, pero con una venda en los ojos sin adivinar cuándo y cuán empinada será la caída.
Todo es una especie de contradicción como el día en que se reúne con Al Gore, el exvicepresidente y nominado presidencial demócrata del 2000 y ganador de un Premio Nobel de la Paz por su labor en diseminar información sobre el cambio climático, y luego nomina a Scott Pruitt para encabezar la Agencia federal de Protección del Medio Ambiente (EPA), un individuo que rechaza la ciencia y la idea de que la mano del hombre sea responsable del calentamiento global. Durante la campaña, Trump se jactó de saber más sobre el Estado Islámico (ISIS) que los propios generales, pero ahora son los generales los que predominan en su entorno. Prometió “vaciar el pantano” de Washington de cabilderos e intereses creados y ahora nada con ellos en el pantano. Criticó a su rival demócrata, Hillary Clinton, por recibir jugosas cuotas por sus discursos ante Wall Street, y ahora Wall Street es parte de su gabinete. Acusó a Clinton de conflicto de intereses durante la Secretaría de Estado por el trabajo de la Fundación Clinton, y ahora Trump es un conflicto de interés que camina.
También durante la campaña Trump prometió revocar la acción ejecutiva DACA que ha concedido permisos de trabajo y protección contra la deportación a cerca de 800 mil DREAMers, jóvenes traídos sin documentos durante su infancia. Al registrarse en DACA estos jóvenes proveyeron todos sus datos al gobierno federal y el arribo de una administración que se ha mostrado hostil hacia los inmigrantes es motivo de preocupación para ellos y sus familias.
Al ser designado Personaje del Año por la revista TIME, Trump no confirmó si revocará DACA pero dijo que “vamos a hacer algo que alegrará y enorgullecerá a la gente”.
Pero en el mundo paralelo que supone la presidencia de Trump, ¿qué quiere decir esto? Porque la retórica antiinmigrante que caracterizó su campaña se ha reforzado con la presencia de figuras antiinmigrantes en su gabinete y como asesores.
¿Tomará la decisión correcta que supondría seguir beneficiando a estos jóvenes que a su vez benefician a sus comunidades, a la economía y al país?
El viaje en la montaña rusa de la feria de Trump apenas arranca.

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