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Durmiendo sobre escasos laureles
Escrito el 16 Feb 2011
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WASHINGTON – Las elecciones generales del 2012 están tomando forma y con eso en mente se desempolvan discursos o se le hacen ajustes para reflejar lo que cada candidato, potencial candidato y cada partido piensan que han hecho por la comunidad y por los votantes, o para señalar culpables por lo no logrado.
La dama ignorada por ambos partidos desde la elección presidencial de 2008 ha sido la reforma migratoria integral. Ignorada porque no se ha concretado, pero usada por los políticos con fines partidistas recurriendo a las cansadas mutuas acusaciones, unos de que son antiinmigrantes, y otros de que son pro indocumentados.
El problema es que la inacción legislativa y la retórica han dado paso a una cargada atmósfera que muchos catalogan de antiinmigrante pero que más bien es antilatina ante los ojos no sólo de la comunidad hispana en general sino del sector más preciado para los políticos: los votantes.
Un nuevo sondeo de la firma encuestadora Latino Decisions para ImpreMedia encontró que los votantes hispanos, nacidos aquí y naturalizados, ven la inmigración como su preocupación central superando incluso a la economía. Según el sondeo, el 47% de los votantes latinos cree que la inmigración debe ser el tema prioritario para el gobierno y la cifra se eleva a 54% entre los electores naturalizados. El nivel de preocupación es sorprendente pero entendible, sobre todo entre los votantes naturalizados que son los que más cercano sienten los efectos de la imperante atmósfera negativa por contar con familiares, conocidos y allegados afectados por la falta de una reforma migratoria integral.
Son esos mismos votantes los que en el 2008 dieron un abrumador apoyo al entonces candidato presidencial demócrata Barack Obama por la promesa de promulgar una reforma migratoria integral en el primer año de su gestión. Ya sabemos lo que los republicanos tienen para mostrar a los votantes hispanos en el tema migratorio: la SB1070 de Arizona que con singular determinación buscan copiar las legislaturas también republicanas en más de la mitad del país; intentonas de manosear la Constitución para denegar la ciudadanía automática a bebés de indocumentados; el dudoso crédito de matar el DREAM Act y cualquier intento de siquiera presentar planes concretos de reforma amplia; y promover más medidas estrictamente policiales centradas en la falsa premisa de que podrán deportar a 11 millones de indocumentados así sea a expensas algunos sectores económicos y de su futura vigencia en la política nacional.
Pero el presidente Obama y los demócratas no cantan mal las rancheras y parecen llegar al nuevo ciclo electoral con un sólido récord en medidas migratorias policiales. Queda claro que con la nueva Cámara Baja en control republicano no se esperan medidas de alivio migratorio.
Sin embargo, no parece prometedor el cuadro de llegar a una reelección con más de 1.5 millones de deportaciones bajo el brazo (si mantiene el ritmo actual); con más acuerdos con gobiernos estatales y locales de los programas 287(g) y Comunidades Seguras; y sin ningún tipo de alivio migratorio por lo menos para los estudiantes indocumentados que se habrían beneficiado del proyecto de ley DREAM Act cuyo deceso a fines de la pasada sesión del Congreso Obama catalogó como su mayor frustración legislativa.
Como ha ocurrido en los recientes ciclos electorales la ventaja para los demócratas es clara entre los electores hispanos porque ¿cuál es la alternativa? ¿Un Partido Republicano que sólo se ha dedicado a satanizar a los latinos?
Sin embargo, los demócratas no deben pensar que son los únicos salvadores de los votantes hispanos porque la alternativa final y la más nefasta es la apatía; el no participar que es lo mismo que votar por los otros.
O peor aún, la posibilidad de que muchos votantes se dejen seducir por la presencia de algún hispano en la mancuerna opositora aunque sea uno de esos que hacen realidad el refrán de con amigos así no hacen falta enemigos. El despecho no es buen consejero.
No basta con apuntar los obvios defectos republicanos y con eso dar a toda una comunidad por servida.
En resumen, que no hay que dormirse en los laureles, aunque de momento, en el tema migratorio, esos laureles sean escasos y todavía no hayan pasado de las promesas a la acción.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva y analista de America’s Voice
La dama ignorada por ambos partidos desde la elección presidencial de 2008 ha sido la reforma migratoria integral. Ignorada porque no se ha concretado, pero usada por los políticos con fines partidistas recurriendo a las cansadas mutuas acusaciones, unos de que son antiinmigrantes, y otros de que son pro indocumentados.
El problema es que la inacción legislativa y la retórica han dado paso a una cargada atmósfera que muchos catalogan de antiinmigrante pero que más bien es antilatina ante los ojos no sólo de la comunidad hispana en general sino del sector más preciado para los políticos: los votantes.
Un nuevo sondeo de la firma encuestadora Latino Decisions para ImpreMedia encontró que los votantes hispanos, nacidos aquí y naturalizados, ven la inmigración como su preocupación central superando incluso a la economía. Según el sondeo, el 47% de los votantes latinos cree que la inmigración debe ser el tema prioritario para el gobierno y la cifra se eleva a 54% entre los electores naturalizados. El nivel de preocupación es sorprendente pero entendible, sobre todo entre los votantes naturalizados que son los que más cercano sienten los efectos de la imperante atmósfera negativa por contar con familiares, conocidos y allegados afectados por la falta de una reforma migratoria integral.
Son esos mismos votantes los que en el 2008 dieron un abrumador apoyo al entonces candidato presidencial demócrata Barack Obama por la promesa de promulgar una reforma migratoria integral en el primer año de su gestión. Ya sabemos lo que los republicanos tienen para mostrar a los votantes hispanos en el tema migratorio: la SB1070 de Arizona que con singular determinación buscan copiar las legislaturas también republicanas en más de la mitad del país; intentonas de manosear la Constitución para denegar la ciudadanía automática a bebés de indocumentados; el dudoso crédito de matar el DREAM Act y cualquier intento de siquiera presentar planes concretos de reforma amplia; y promover más medidas estrictamente policiales centradas en la falsa premisa de que podrán deportar a 11 millones de indocumentados así sea a expensas algunos sectores económicos y de su futura vigencia en la política nacional.
Pero el presidente Obama y los demócratas no cantan mal las rancheras y parecen llegar al nuevo ciclo electoral con un sólido récord en medidas migratorias policiales. Queda claro que con la nueva Cámara Baja en control republicano no se esperan medidas de alivio migratorio.
Sin embargo, no parece prometedor el cuadro de llegar a una reelección con más de 1.5 millones de deportaciones bajo el brazo (si mantiene el ritmo actual); con más acuerdos con gobiernos estatales y locales de los programas 287(g) y Comunidades Seguras; y sin ningún tipo de alivio migratorio por lo menos para los estudiantes indocumentados que se habrían beneficiado del proyecto de ley DREAM Act cuyo deceso a fines de la pasada sesión del Congreso Obama catalogó como su mayor frustración legislativa.
Como ha ocurrido en los recientes ciclos electorales la ventaja para los demócratas es clara entre los electores hispanos porque ¿cuál es la alternativa? ¿Un Partido Republicano que sólo se ha dedicado a satanizar a los latinos?
Sin embargo, los demócratas no deben pensar que son los únicos salvadores de los votantes hispanos porque la alternativa final y la más nefasta es la apatía; el no participar que es lo mismo que votar por los otros.
O peor aún, la posibilidad de que muchos votantes se dejen seducir por la presencia de algún hispano en la mancuerna opositora aunque sea uno de esos que hacen realidad el refrán de con amigos así no hacen falta enemigos. El despecho no es buen consejero.
No basta con apuntar los obvios defectos republicanos y con eso dar a toda una comunidad por servida.
En resumen, que no hay que dormirse en los laureles, aunque de momento, en el tema migratorio, esos laureles sean escasos y todavía no hayan pasado de las promesas a la acción.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva y analista de America’s Voice