Manual de las familias felices

Aprender es parte del proceso de todas las familias. Aprender a convertir ese campo de batalla en un lugar donde reine la armonía. Claro, nadie tiene el secreto de las familias perfectas. Sin embargo, hay claves que pueden ayudar. Apréndelas y vive con tus niños y tu marido en paz.

Y el secreto es...

¿Hogar dulce hogar? A veces las relaciones de convivencia están más cerca del vinagre (¡o de la dinamita!) que del azúcar y las mieles. Ninguna familia es un remanso de paz las 24 horas del día. De hecho ningún ambiente dónde convivan estrechamente dos o más seres humano puede serlo, debido a los diferentes caracteres, intereses y formas de entender la vida.

No obstante, existen algunas pautas para preservar el afecto, la alegría y satisfacción en las relaciones más intensas y a la vez más difíciles, pero también gratificantes y enriquecedoras que mantenemos en nuestra existencia: las que mantenemos cotidianamente con nuestros parientes más cercanos.

En la familia conviene que no haya "vencedores ni vencidos", porque como dice un viejo proverbio "la mejor victoria es aquella en la que ganan todos". La "llave mágica" para conseguirlo tiene tres "dientes": armonía, equilibrio y comunicación. Lee atentamente y aprende a lograrlas.

Trata a tus familiares como lo harías con un amigo. Evita reservar sólo la parte más sombría de ti -es decir tus quejas, tu cansancio, tu impaciencia, tus malos momentos, tus enfados- para dedicársela a la gente que más quieres.

Diles cuánto los quieres. Las relaciones familiares al igual que las amistosas, deben ser cultivadas y regadas con respeto, tolerancia, demostraciones de afecto y alegría compartida.

Aunque al principio te cueste di "te quiero" a tus seres queridos, con palabras o pequeños "detalles".

Apaga la televisión mientras comes.

La "pequeña pantalla" tiene una atracción casi hipnótica, que en ocasiones hace que la veamos como autómatas, sin importar demasiado lo que están poniendo. A menos que se trate de un programa interesante, apágala y aprovecha esos instantes para jugar con tus hijos y tu marido e implicarte más en a vida familiar.

¿No es preferible aprovechar cuándo están todos sentados a la mesa para hablar y compartir sus experiencias o lo que ha sucedido a lo largo del día, en vez de dejarse "absorber" por la "tele"?

Prevé los enfados y mantén la calma.

En vez de dejarte arrastrar por la ira o el enojo, por el ego herido o las justificaciones "a la defensiva", que te alejan del nudo asunto, procura mantenerte centrada en la solución, con serenidad y firmeza.

Si notas que te despistas o dejas llevar por la impulsividad, ¡pisa el freno! respira profundamente y vuelve a la búsqueda de soluciones y salidas, en lugar de obsesionarte con el problema. Discutir "en familia" las diferentes opciones para salir del atolladero, es un ejercicio que da resultados sorprendentes y un ejercicio al que todos gustan de participar.

Pide perdón e intenta entender.

En todas las relaciones estrechas y continuadas en las que es fácil "herir al otro", no basta con pedir disculpas sin demasiada convicción, sino que hay que ponerse en el lugar de la otra persona, desde el amor y el cariño, para comprenderla mejor y evitar volver a hacerle daño.

Algunos errores que debes evitar.

Recurrir a las agresiones o amenazas, revolver las cosas del pasado, hacer promesas que no se pueden cumplir, intentar solucionar la vida de los demás, hablar en lugar de escuchar, decir las cosas a través de terceros, castigar a alguien por decir la verdad, querer tener siempre la razón. Si evitas estos comportamientos y actitudes, tu vida familiar comenzará a funcionar con menos conflictos y roces.

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