El hoyo de la corrupción en México

CIUDAD DE MÉXICO – Ricardo Martínez, un estudiante mexicano, dice que está acostumbrado a la corrupción en su país. “Para hacer cualquier trámite, por muy sencillo que parezca tienes que dar una lanita [dinero] para que todo sea más rápido”, opina el joven de 26 años, uno de los millones de mexicanos que según las encuestas sufren este mal todos los días.

La corrupción en México pareciera estar en un túnel sin salida. Sus propios habitantes consideran que el 77 por ciento de sus funcionarios públicos son corruptos, según la encuesta Latinobarómetro 2005, que hace un sondeo anual sobre la percepción de los latinos respecto a sus gobiernos. Fue la segunda peor calificación del continente, pisándole los talones a Ecuador, el único país que tiene una percepción peor.

Vas a sacar tu licencia a cualquier delegación y te piden una ‘mordida’ [soborno] para que el trámite salga más rápido. Un policía te detiene en la calle y hay que darle su respectiva mochada para que no te levante la infracción. No es raro que México figure, a nivel mundial, en la lista de los países con alto índice de corrupción. La organización no gubernamental Transparencia Internacional (TI) lo sitúa en el lugar número 65, empatando con Panamá y Perú de un total de 145 países.

La encuesta, que registró nada menos que 100 millones de actos de corrupción en el país en 2003, dice que las familias de pocos ingresos deben sacrificar casi una tercera parte (29.5 por ciento) de sus presupuestos a sufragar la extorsión. Otro informe empresarial señala que los negocios en México gastan miles de millones de dólares en concepto de extorsión y corruptelas.

Según TI, esta negligencia se da en todos los niveles, aunque resalta que las actividades donde se registra más fuerte es en lo relacionado con los vehículos: con los agentes de tránsito para evitar que los autos sea llevados a pensiones públicas (53.3 por ciento), para evitar multas o infracciones (50.3 por ciento), al estacionar los vehículos en la vía pública en lugares controlados por personas que se apropian de ellos (45.9 por ciento) y en recuperación de robos 26 por ciento).

Gerardo García se enfrentó a esta situación. Su auto duró poco más de un año desaparecido hasta que un día, los agentes judiciales fueron a buscarlo a su casa para darle ‘buenas noticias’: el auto lo habían encontrado completo, los rateros lo habían vendido con documentos falsos.

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